Setenta años de la trilogía que convirtió montañas, bosques y ríos en el alma viva de una novela eterna (1955-2025).
Silencio, humanos. Callaos y escuchad esta historia,porque aquellos de vosotros que os atreváis a recorrer esta Tierra y perderos en la majestuosidad de su naturaleza, debéis saber que muchos peligros os acechan, pero la aventura merecerá la pena, ya que vuestros ojos se llenarán de bosques, ríos, montañas, valles y hasta cuevas subterráneas donde la luz parece dormir desde la creación del mundo. Pero, sobre todo, porque después de un gran viaje volveréis a casa mucho más sabios.
La literatura épica en la cultura humana
En vosotros, las mujeres y hombres mortales, la fascinación por la literatura épica no es nueva, de hecho, se cree que vuestro primer libro fue la epopeya o mito de Gilgamesh, escrito en Mesopotamia sobre tablillas de arcilla, alrededor del 2000 a.C., para seguir, siglos después, con La Ilíada y La Odisea de Homero, La Eneida de Virgilio o el Cantar de Mio Cid; los humanos habéis encontrado en estos relatos la manera de proyectar vuestros sueños, vuestros miedos y vuestra memoria colectiva. Al fin y al cabo, la vida humana es efímera, pero la grandeza de vuestra obra puede llegar a ser eterna.

La naturaleza como alma de la obra de Tolkien
Pero si hay una novela de épica fantástica que haya marcado a generaciones de vosotros, es sin duda, El Señor de los Anillos, la obra cumbre de su autor, J.R.R. Tolkien, una trilogía cosmogónica cuya publicación completa en 2025 cumple ahora 70 años. El hacedor de este mundo, La Tierra Media, no sólo renovó el género épico, lo transformó aportando un elemento esencial: la naturaleza aparece con rango de protagonista, creando un universo narrativo donde los árboles sienten, los ríos guardan memoria, las montañas imponen respeto y los vientos parecen susurrar códigos arcanos. Tolkien, amante de los paisajes ingleses y crítico dela industrialización, proyectó en su mundo imaginario una defensa apasionada del entorno natural frente al avance de la máquina y el ruido.
Los paisajes de la Tierra Media: geografía hecha poesía
Los humanos que alguna vez decidisteis leer con fruición su historia recordaréis que La Comarca, el hogar de los entrañables hobbits, es la alegoría al mundo rural; inspirada en los paisajes de Warwickshire donde Tolkien halló su infancia. Es un canto a la vida sencilla: colinas suaves, senderos bordeados de setos, ríos que murmuran, pequeños huertos rebosantes de hortalizas, molinos de viento, hogares que se confunden con la tierra y un ritmo de vida alterado únicamente por el paso de las estaciones.

Muchas leguas al suroeste de Hobbiton, Tolkien creó tres grandes bosques donde el tiempo respira de manera distinta. En Lothlórien, la luz del sol se transforma en oro y el canto del viento suena como un eco delas edades primeras, reina el espíritu puro de la naturaleza, inmutable y serena, que observa con compasión el paso de los mortales. Los otros mundos nemorosos son Fangorn y el Bosque Negro, donde las sombras tiene peso y el murmullo de las hojas guarda una lengua más antigua que los hombres o los elfos. Estas selvas frondosas no buscan armonía, ni consuelo ni eternidad, sino respeto. Representan la fuerza bruta del crecimiento, de la florestas salvaje se indómitas en las que el poder de la vida se abre paso incluso cuando el mundo la olvida. En ellas, no hay lugar para los mortales.

Y si continuáis el viaje hacia el sur, después de las Montañas Nubladas, los humanos que contempléis en vuestras retinas el amanecer desde las colinas de Rohan veréis un mar de hierba dorada ondeando bajo el sol, y llegaréis a creer que la tierra misma respira.

Y cuando vuestros pasos os lleven hasta los valles de Imladris, hallaréis allí un refugio donde el tiempo parece ceder ante la sabiduría de los antiguos, descubriendo que no toda belleza es mansa: porque en las profundidades de Moria, donde los enanos horadaron la roca con orgullo y codicia durante miles de soles, el esplendor de Khazad-dûm revela una enseñanza valiosa y atemporal: cuando se rompe el equilibrio natural en búsqueda de riqueza o dominio, se despiertan fuerzas que no comprendemos ni controlamos. Es la consecuencia del exceso; el castigo que surge cuando la ambición perfora el alma de la tierra.

Y al oeste, la vega infinita del gran Anduin, el río mayor de La Tierra Media que fluye de norte a sur como una arteria de vida, uniendo reinos, tiempos y destinos. No es sólo un río, es la memoria colectiva sobre la que el agua arrastra esperanza, pérdida y renacimiento, reflejando en su curso el paso incesante del mundo. Los ríos no tienen conciencia de nuestra existencia, pero sin ellos, no habría vida, llevando en su corriente el recuerdo de los que fueron y la promesa de los que vendrán.

El mayor placer es volver a casa
Pues esta es la Tierra Media, humanos, hija de antiguos fuegos y custodia de secretos que ni los sabios elfos han logrado descifrar del todo. Aquel adagio de Séneca: “uno no ama a su tierra porque sea grande, sino porque es suya.” fue el leit motiv que guió el espíritu de los pequeños hobbits, esos seres humildes que, sin buscar gloria ni poder, se ven arrastrados a la mayor de las aventuras. Ellos encarnan el símbolo de la inocencia, de la sencillez perdida, de la paz que merece ser defendida incluso por quienes jamás empuñarían una espada.
Y es precisamente esa fuerza —esa nostalgia de lo pequeño, ese afecto por lo propio,por el pedazo de tierra que llamamos hogar— la que sostiene su determinación y su compromiso cuando todo parece perdido. En ellos, Tolkien nos recuerda que, en la vida, seguramente no haya mayor placer que volver a casa.

¿Queréis continuar vuestro camino, mortales?Entonces caminad con humildad, porque es posible que La Tierra Media sea en realidad vuestro propio planeta, donde incluso una brizna de hierba tiene memoria, y el más leve murmullo del bosque podría ser la voz de los espíritus que aún velan sobre su obra. Un mundo, en definitiva, donde la naturaleza no es un simple escenario, sino el alma que lo sostiene y le da sentido a todo. Esa es la gran enseñanza que Tolkien quiso recordarnos: que la verdadera aventura no es conquistar el mundo… sino aprender a respetarlo y a vivir en armonía con él.
Lecturas recomendadas sobre este post:
- El Señor de los anillos. La comunidad del anillo. J.R.R.Tolkien (1954)
- El Señor de los anillos. Las dos torres. J.R.R. Tolkien (1954)
- El Señor de los anillos. El retorno del rey. J.R.R.Tolkien (1955)



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