En Ideas Medioambientales, celebramos 25 años de historia recordando que los números cuentan parte del camino, pero la verdadera medida de nuestro trabajo está en las personas, en el terreno y en la huella que dejamos.
El universo empresarial está lleno de términos, márgenes, ratios, EBITA, EBIDTA, desconocidos para el común de los mortales. Son términos entre los que navegamos y nos sirven de referencia para medirnos, pero no logran mostrar la esencia de lo que somos, lo que hacemos, lo que de verdad nos importa. Pero, sobre todo, esos términos no logran contar nuestra historia
Por eso, además de métricas, nos gusta la transparencia.
Cada año depositamos nuestras Cuentas Anuales en el Registro Mercantil y compartimos un resumen económico-financiero. Los datos están ahí: más de doscientas personas, cinco sedes y proyectos por todo el país. Cinco áreas de especialización; una facturación que superó los 10 millones de euros en 2024, con un crecimiento sostenido los últimos; 76 % del equipo con estudios superiores; un equilibrio de género del 61 % de hombres y 39 % de mujeres; más de 100 vehículos para el trabajo de campo y 0 % de deuda financiera.
Son números que nos hacen sentir con orgullo por supuesto. Pero nuestra identidad no se puede resumir solo en esos números. Nuestra identidad habla del trabajo bien hecho, de la calidad, de la confianza que depositan en nosotros nuestros clientes, de la innovación y la huella que dejamos sobre el terreno. De eso trata nuestra historia.
Relato de 25 años de historia
Toda esta historia comenzó con una propuesta sencilla: tres amigos, recién graduados, convencidos de que las cosas se podían hacer de otra manera y con la firme convicción de que Castilla-La Mancha, nuestra casa, necesitaba de ideas nuevas y gente con muchas ganas de trabajar. Veinticinco años después, esa propuesta se ha transformado en una consultora reconocida que, junto con sus resultados financieros, acumula noches en vela, debates técnicos, horas y horas de reuniones para tomar las mejores decisiones, aunque no siempre sean las más fáciles. De todo esto aprendemos que nuestro verdadero valor se mide, en otros términos: la restauración de un cauce, el regreso de especies a su hábitat, la tranquilidad de clientes que apuestan por ti y se sienten tranquilos.
Desde casa a todo el territorio nacional
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En 1999, surgimos gracias a la Asociación Voluntariado de Acción Social. Las primeras restauraciones y evaluaciones ambientales se basaban únicamente en el esfuerzo y la creencia de que la ciencia aplicada podía cambiar el rumbo de un proyecto. “IDEMA” fue la primera marca que llevó nuestro nombre a los caminos y riberas de Albacete. Más tarde llegó la apertura de nuestra primera ofician en la Calle Rosario, en el centro de la ciudad, y con ella, la incorporación de personal de arqueología, biología e ingeniería que marcaron el punto de inflexión: dejamos de “echar una mano” para empezar a dirigir procesos con metodología, cronogramas y responsabilidades claras. En 2002 formalizamos la empresa con un propósito que, por suerte, nunca hemos tenido que cambiar: proteger, conservar y regenerar. Lo que sí ha evolucionado es la escala, la tecnología y la magnitud de los desafíos.
Crecer, tropezar y aprender (resilientemente)
En 2006 nos cambiamos de sede y ya, en este nuevo punto, comenzamos a manejar proyectos más complejos, a atender a clientes más exigentes y nuestro equipo creció hasta llegar a quince personas. Sin embargo, la crisis de 2008 nos dio un buen golpe y nos llevó a replantear nuestras prioridades. Comprendimos que los tropiezos pueden ser un aprendizaje, sobre todo si lo documentas bien: establecimos procedimientos, nos abrimos a nuevas áreas (vigilancia ambiental, arqueología aplicada, planificación, educación ambiental) y mejoramos nuestra forma de comunicarnos con las administraciones y la ciudadanía en procesos de participación. La lección nos sirvió para seguir avanzando en los años que venían con un aprendizaje claro: éramos capaces de adaptarnos sin renunciar a nuestros valores y sobre todo y más importante: si un plan no sale como se espera, siempre seremos capaces de encontrar una alternativa viable.


Consolidación, innovación y territorio en red
La agenda de la transición energética ha disparado la demanda de consultoría, y en 2019 dimos un gran salto. Albacete y Madrid se establecieron como nuestras sedes principales, y nuestro equipo creció a más de 200 personas. Si la crisis de 2008 nos dio un buen golpe, la pandemia nos volvió a poner a prueba. Frente a esta, respondimos con flexibilidad, digitalizando procesos y aprendiendo de toda la experiencia previa que acumulábamos. Hoy, operamos con una flota optimizada, metodologías que se pueden replicar y un portafolio 360º que acompaña proyectos de energía, biodiversidad, agua, urbanismo y arqueología, desde la prefactibilidad hasta el seguimiento de las explotaciones.
Más allá de los números: los KPI que realmente nos definen
Presentamos nuestras Cuentas Anuales y demostramos que somos solventes; eso es lo mínimo que se espera del equipo, Pero además de eso, nos definen las personas que trabajan con, nuestro equipo. Un equipo comprometido, con talento, que combina a la perfección el trabajo de campo y de oficina, que se capacita y se forma para mantenerse al día.
También debemos hablar del territorio, con una presencia local con alcance nacional, porque conocer el lugar evita errores y hace que tomemos mejores decisiones.
La innovación es otra de nuestras señas de identidad, utilizando Big Data e IA en evaluaciones, análisis de DIAs y vigilancia ambiental para ganar tiempo y certeza. Además, nos define nuestra alma social que se traduce en voluntariado corporativo, educación ambiental y colaboración con diversas organizaciones. Y por supuesto, no podemos olvidar aquello que hacemos: restauraciones que devuelven la continuidad ecológica, parques eólicos compatibles con la fauna que los habita, sistemas hídricos de que vuelven a funcionar y arqueología que se conserva. Todo esto es lo que somos, lo que nos mueve a seguir avanzando, mucho más allá de cualquier número
Proyectos que nos enseñaron a ser mejores
Una vigilancia ambiental en un parque eólico para proteger un nido a última hora de la temporada, una campaña de avifauna que nos llevó a replantear el calendario de montaje, un proceso de participación de la población que temían perder su paisaje y que, al final, ganaron en tranquilidad. También, una prospección arqueológica que reescribió el trazado de una infraestructura y evitó un impacto irreversible. No son solo anécdotas; son decisiones técnicas que tienen un impacto humano y que nos han enseñado a priorizar, a ser transparentes y a proponer medidas adecuadas.
Otro de los grandes aprendizajes que nos llevamos de estos años es que la técnica sin afinidad ética no sostiene proyectos duraderos. Los socios estratégicos no se eligen solo por contratos, sino por principios compartidos. Esa selectividad, lejos de cerrarnos puertas, nos ha profesionalizado como consultora y nos dio una brújula para las alianzas futuras.

Una consultora con huella
Los términos económicos nos hablan de rentabilidad, pero la huella que dejamos habla de algo más profundo: el sentido. A lo largo de 25 años hemos demostrado que la sostenibilidad no es solo un eslogan, sino una práctica que vivimos día a día. Son las personas que cuidan, los equipos que innovan sin buscar atajos, los clientes que confían en nosotros y los proyectos que restauran paisajes y mejoran la vida de quienes los habitan.
Hay mucho más en la vida que la rentabilidad, y esa vida —compuesta de ríos, aves, suelos, patrimonio— es la que seguimos protegiendo, proyecto a proyecto, desde Albacete hasta el resto del mundo.


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