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25/8/25
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Autor
José María Fernández
Personal Técnico Biodiversidad
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La vida y obra del mayor naturalista del mundo antiguo cuyo trabajo anticipó la biología empírica.

Yo no soy un explorador—dijo el geógrafo. No puedo estar de aquí para allá visitando ciudades, contando ríos, montañas, océanos o desiertos, no tengo tiempo para eso. Soy demasiado importante para salir de mi despacho, pero eso sí, recibo a los exploradores,los interrogo y tomo nota de sus viajes para poder hacer los mapas— El principito. Antoine de Saint-Exupéry (1943).

Este pequeño texto podría empezar igual que un cuento de los hermanos Grimm: “Hubo una vez, hace muchos, muchos siglos, en un pueblo con mar muy al norte de Italia, un hombre que amó a la Naturaleza con toda la fuerza de su corazón, su mente y su espíritu”. Fue llamado Cayo Plinio Segundo, con los tres nombres que mandaban los cánones de su tiempo, pero trascendió cariñosamente como Plinio el Viejo, el albacea más grande de la Historia Natural.

Nacido en una familia acomodada de la Roma Imperial (24 d.C.), Plinio quiso contar la grandeza del mundo natural con todo su esplendor. Su obra cumbre, Naturalis Historia — tal vez la primera enciclopedia de todos los tiempos— no podía faltar en las bibliotecas de los monasterios más prestigiosos del medievo ni enlas colecciones privadas que quisieran gozar de prestigio y reconocimiento. Compuesta por 37 tomos y más de 20.000 artículos Naturalis Historia lo explicaba todo: la astronomía y la agricultura, la zoología y la botánica, los minerales y piedras preciosas, los animales de granja, la antropología y las costumbres de todos los pueblos sometidos al imperio, así como los mapas conocidos y la geografía, la fisiología o la farmacología, una obra, en definitiva,vasta y apasionada con la que Plinio se convertiría en el autor más prolífero del mundo Antiguo.

Figura 01: Portada de Naturalis historia y dibujos realizados por el propio Plinio el viejo sobre especies de mamíferos.

Plinio el Viejo: el naturalista que midió el mundo con ojos y manos

Mil años antes de las expediciones de Humboldt, Darwin o Wallace, Plinio había recorrido Hispania y las Galias, Germania y el sur de Europa, gracias a su condición de militar que le permitió viajar con las legiones romanas por los vastos territorios conquistados. Y eso fue lo que hizo. Plinio subió montañas y recorrió vegas fluviales, entró en cuevas buscando murciélagos y navegó en pequeñas embarcaciones observando cetáceos, dibujó aves, capturó reptiles, diseccionó peces, clasificó anfibios, ilustró cientos de árboles, semillas y frutos, dibujó insectos y coleccionó minerales en una vida apasionada de estudio y dedicación a conocer y desentrañar los secretos del mundo silvestre y del planeta Tierra, un polímata enamorado de la vida que no se quedó encerrado en despachos ni bibliotecas, sino que salió al mundo, dándole la vuelta como un calcetín para medirlo, olerlo, tocarlo, clasificarlo y contárselo a las generaciones futuras.

Figura 02: Lámina descriptiva de la calabaza y ruiseñor dibujados por Plinio el Viejo. Fuente: Los grandes naturalistas.

Del Vesubio a la eternidad: el legado inmortal de la Historia Natural

El día en que Plinio el Viejo iba a morir, el 25 de agosto del año 79 *, se levantó temprano como cada mañana para salir a pasear por el campo en compañía de su sobrino de 18 años, Plinio el Joven. Se encontraban recogiendo minerales cuando le llamó la atención una extraña nube que cubría la montaña, al otro lado de la bahía de Miseno. Aquella nube sería el comienzo de la terrible erupción del Vesubio que arrasó Pompeya. La sed de conocimientos de Plinio lo empujó a cruzar en barco la bahía, en una decisión que le costaría la vida. Al pie del volcán, en medio de gases de sulfuro, Plinio, que padecía de asma, se desmayó y se intoxicó con la inhalación de los gases que desprendía el volcán, sufriendo un infarto que sería la causa final de su muerte.

* Nota: Aunque el 25 de agosto es la fecha considerada tradicionalmente como la del fallecimiento de Plinio el Viejo, estudios más recientes indican que la erupción del Vesubio se produjo en otoño del 79, tratándose, por tanto, de una traducción errónea de los textos latinos.

Figura03: Recreación de la erupción del Vesubio en el 79 d.C. Archivo digital

Pero si grande fue su faceta de naturalista, no menos importante lo fue su lucha como hombre del pueblo, como agitador social que se enfrentó a la tiranía del mismísimo Nerón y que cuestionó abiertamente la brutal dominación de Roma sobre los pueblos coetáneos: “tratando de destruir a otros nos hemos destruido nosotros mismos” dejó escrito en sus memorias.

Fascinación, humildad y asombro: la herencia viva de un explorador romano

El legado de Plinio, la voluminosa e imprescindible Historia Natural, es el primer tratado que abarca la totalidad de un campo, la naturaleza, que terminaba donde empezaban las creaciones del ser humano. Su autoridad se prolongó muchos siglos después de su muerte,durante toda la Edad Media, el Renacimiento y la Edad Moderna. Ni siquiera Aldrovandi o Cesalpino se atrevieron a cuestionarlo, hasta que, bien entrado el siglo XIX, los grandes naturalistas del Viejo Mundo, lectores todos de Plinio, decidieron emularlo y salir a medir y a contar la naturaleza, inspirando a mujeres y hombres de todas las épocas que vieron en su obra una fuente de inspiración permanente y un deseo de explorar, conocer y saciar la sed de conocimientos y aprendizajes que nos definen como seres humanos.

Este 25 agosto, efeméride de la muerte del naturalista más grande de la historia, compartimos sus mismas palabras con ese mensaje explícito que revela una enseñanza impagable: la mejor forma de relacionarnos con la naturaleza son la fascinación, la humildad y el asombro.

“Salve naturaleza, madre de la Creación, tú, que sabes que de entre todos los hombres de Roma he sido quien te ha rendido mayores honores en todas tus manifestaciones, sé generosa conmigo”.

Plinio el Viejo. Historia Natural. Libro XXXVII.

Lecturas recomendadas sobre este post:
  • Bajo la sombra del Vesubio.  Daisy Dunn. Colección:Biblioteca de Ensayo / Serie mayor 120. ISBN: 978-84-18708-45-9
  • Los grandes naturalistas. Robert Huxely. ARIEL ISBN: 978-84-34453-34-0

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