En el Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido, recordamos que reducir el impacto acústico es clave para proteger nuestra salud y la biodiversidad: no siempre es necesario hacer ruido para hacerse notar, basta con encontrar el sonido adecuado.
El sonido y el ruido
Cada año, desde 1996, el último miércoles del mes de abril se celebra el Día Internacional de Concienciación sobre el Ruido. Instaurado por la CHC (Center for Hearing and Communication), tiene como objetivo llamar la atención e incentivar a instituciones públicas, privadas y a cualquier ciudadano a estar informados sobre los peligros de la exposición continuada a fuentes de ruido intensos, así como a invitar a controlar sus efectos en la salud.
Aunque el sonido puede constituir una fuente agradable de estímulos auditivos según sea el caso, se convierte en ruido cuando, falto de ritmo y/o armonía, causa molestias o desagrado, con lo cual torna en algo que no queremos escuchar con frecuencia. De hecho, en términos cuantitativos es de sobra conocido que la exposición continuada a fuentes acústicas de más de 85 dB es peligroso para la salud, mientras que en ámbitos domésticos este valor se sitúa según la legislación en valores que oscilan entre los 30 y los 40 decibelios (Ley 37/2003 del 17 de noviembre, del Ruido)
En este mundo industrializado, frenético y moderno, las ocasiones en las que el ruido parece que nos persigue no son raras, sobre todo en los ambientes urbanos. La cotidianidad del motor de un coche, el claxon de cualquier vehículo, la maquinaria trabajando o el desplazamiento de trenes y aviones son ejemplos que en el día a día nos acompañan y hemos aprendido a interiorizar. No obstante, a la larga pueden causarnos trastornos en nuestra salud; ya sea en el sueño, en la actividad cardiovascular, en nuestra función cognitiva e incluso se estudia si podría tener relación con la obesidad o la diabetes.
Ante este panorama, siempre se ha recurrido asiduamente a la tan consabida creencia de que refugiarse en la naturaleza nos puede proporcionar ese sonido limpio, tranquilo y a menudo hasta relajante que puede emitir la corriente de un río, el viento que mece las hojas o el canto de los pájaros. O por qué no, también nos puede proporcionar la búsqueda de ese silencio que algunos utilizan para encontrarse a sí mismos o entrar en contacto con otros.

El impacto del ser humano en los sonidos del entorno
No obstante, incluso hoy en día estos remansos de tranquilidad se pueden ver afectados por fuentes de ruido esporádicas que parecen fuera de lugar; maquinaria trabajando en el campo, vehículos diversos que buscan aventuras entre los árboles, o fábricas aisladas que comen montañas y muelen piedras para que nosotros podamos vivir a alturas absurdas del suelo o ir a animar a nuestro equipo de fútbol al estadio.
De hecho, en nuestro afán por proteger la naturaleza, con frecuencia cometemos el error de pensar que toda actuación por el hecho de llevarse a cabo, es buena. Por eso, a veces ni nuestras inagotables maneras de crear energía limpia por medios renovables se libran de generar ruidos molestos, ya sea durante su proceso de construcción o mientras desarrollan su actividad a lo largo de su vida útil.
Tanto en el caso de los parques eólicos, donde retroexcavadoras y camiones se afanan en preparar las cimentaciones de los aerogeneradores, como en las plantas solares fotovoltaicas, donde pueden observarse máquinas hincadoras en acción, durante la construcción de estas infraestructuras se producen una serie de ruidos derivados del funcionamiento de esta maquinaria que es preciso identificar y valorar. De igual manera, el inconfundible zumbido de las aspas de un aerogenerador o el eléctrico trasiego de electricidad en el funcionamiento de un centro de transformación también son factibles de causar alteraciones, ya sea a poblaciones cercanas o la fauna de los alrededores.

¿Cómo valorar nuestra afección acústica en el medio?
En Ideas Medioambientales sabemos de los impactos derivados de estas actuaciones, y en nuestro afán por aportar nuestro granito de arena para proteger el medio ambiente, ofrecemos a nuestros clientes un proceso de valoración y análisis del ruido provocado por la instalación y funcionamiento de las infraestructuras técnicas implicadas en la generación renovable de energía (parques eólicos, plantas solares fotovoltaicas, subestaciones elevadoras, etc…). Avalados por nuestra cada vez mayor experiencia y por medio del uso de técnicas de medición y software actuales y homologados, podemos aconsejar y valorar de forma efectiva los impactos derivados de la actividad intrínseca de las centrales energéticas eólicas o solares, así como plantear medidas de prevención, corrección o compensación de ruidos si se diera el caso.

Y yo, ¿cómo puedo ayudar?
Todo esfuerzo, por pequeño que sea, y enfocado a mejorar nuestra huella de sonido en el medio ambiente o en nuestro círculo más cercano es bienvenido. Así que, a recomendación del organismo encargado de recordar esta jornada, hagámonos conscientes por un instante de la facilidad con la que se pueden hacer ruidos molestos y lo complejo que es encontrar el sonido adecuado para cada situación. Es momento de no poner la música demasiado alta, de no acelerar demasiado la moto al volver a casa y de disfrutar de la calma y el constante concierto de unos pájaros que en la ciudad aún pugnan por oírse al alba y que en el campo cada vez se escuchan con menor frecuencia.
Ya sea por nuestra salud, por la de la naturaleza y por ambas, conviene recordar con frecuencia que no siempre es necesario hacer ruido para hacerse notar, sólo dar con el sonido correcto.
Ideas que compartimos
Lo que pensamos de verdad. Contaminación de spam al 0%