El soporte de la vida, desde los bosques a la agricultura, es un recurso limitado que debe ser conocido, protegido y conservado.
Cada 5 de diciembre se celebra el Día Mundial del Suelo, una fecha destinada a recordar la importancia de este recurso esencial que, a menudo, pasa desapercibido bajo nuestros pies. El suelo no es un mero soporte inerte, sino un sistema vivo y dinámico que sostiene la vida en el planeta Tierra.
¿Y si el suelo mereciera su propia ciencia?
Nuestros lectores deben imaginar hoy un día de principios de primavera en la estepa rusa, con dentelladas, aunque ya débiles, de los últimos rigores del frío siberiano. Uno de los geógrafos más famosos de su tiempo, Vasili Dokuchaev, ataviado con su abrigo algo raído, botas embarradas y su inseparable ushanka, recorre pausadamente las interminables estepas, observando cada grano de tierra con ojos que parecían querer descifrar secretos antiguos. Para cualquiera, aquel paisaje podía parecer monótono, apenas un manto de tierra y pasto que se perdía hasta el horizonte. Pero para el viejo Vasili, cada surco, cada cambio de color, cada textura distinta en el suelo era un enigma esperando ser resuelto.

Nuestro protagonista se agacha, mete la mano en la tierra, extrae perfiles con un pequeño cilindro hueco que él mismo ha diseñado, huele su aroma terroso, observa intrigado los estratos y los horizontes con fascinación casi detectivesca. Al principio, sus estudios eran parte de la geografía: quería entender la tierra para entender el mundo. Pero a medida que registraba, clasificaba y pensaba,algo germinaba en su mente: la noción de que la tierra misma merecía ser estudiada como un organismo vivo, con reglas y disciplina propia. Aquella curiosidad audaz, aquella pasión por el suelo, estaba a punto de dar origen a una ciencia nueva: la edafología.
¿Qué es el suelo?
El suelo es mucho más que tierra. Se trata de una mezcla heterogénea compleja en la que destacan cinco elementos fundamentales: la fracción mineral, los seres vivos y la materia orgánica, el agua y el aire, generándose un medio físico donde interaccionan compuestos inorgánicos con bacterias, hongos, invertebrados y tejidos vegetales que entretejen un rico entramado de relaciones físicas, químicas y biológicas, extremadamente precisas y delicadas que hacen posible la fertilidad y la regeneración natural, convirtiéndose en el fundamento de los ecosistemas vivos: regula el ciclo del agua, almacena carbono, recicla nutrientes y permite el crecimiento de la vegetación. En él se produce gran parte de la producción alimentaria de la humanidad, ya que es el medio en el que se cultivan la mayoría de los alimentos que consumimos. Sin suelos sanos, no hay bosques, no hay biodiversidad, ni huertos o cultivos y, además contribuye a la estabilidad climática por su función de fuente y sumidero de CO2.

El suelo nace a velocidad geológica
La formación del suelo es un proceso muy lento y complejo que puede tardar cientos o incluso miles de años. Se produce gracias ala interacción entre factores geológicos, climáticos, biológicos y temporales. Esta formación comenzaría con la alteración de la roca madre, que se va desintegrando y descomponiendo por la acción de la meteorización física(fracturas por cambios de temperatura, agua, viento, hielo) y la meteorización química (reacciones con agua, oxígeno y ácidos orgánicos).
Con el tiempo, líquenes, musgos y luego plantas colonizan esas superficies que, al morir, integran sus restos orgánicos con las partículas minerales, formando humus (materia orgánica en descomposición), momento en que millones de microorganismos, hongos, lombrices e insectos transforman y mezclan la materia orgánica con los minerales,aumentando la fertilidad y creando una estructura más estable.

Seguidamente, a medida que se acumula material, el suelo se organiza en capas u horizontes (O, A, B, C), con distinta composición y color, resultado de los procesos de lixiviación, acumulación de nutrientes y movimiento de agua de manera que, el tipo de suelo que se forma, depende mucho de la temperatura, la cantidad de agua, la pendiente del terreno, el tiempo que ha transcurrido desde el inicio del proceso y, por supuesto, de las especies de microorganismos, invertebrados y plantas presentes en ese lugar.
La necesidad de conservarlos
Conservarlos suelos significa garantizar el soporte de la vida presente y futura. El suelo tarda siglos en formarse, pero puede degradarse en apenas unas décadas. Cuidar este recurso implica fomentar prácticas agrícolas sostenibles, reducir el uso de químicos, proteger los bosques y restaurar las tierras degradadas.
En este sentido podemos afirmar que, actualmente, el suelo enfrenta múltiples amenazas,principalmente derivadas de las actividades humanas:
- Erosión: provocada por la deforestación, la agricultura intensiva y el sobrepastoreo.
- Contaminación: a causa del uso de plaguicidas, fertilizantes químicos y residuos industriales.
- Desertización: proceso por el que el suelo fértil pierde progresivamente su capacidad de producir vida—ya sea cultivos, vegetación natural o biodiversidad— hasta volverse árida, degradada y, en los casos más extremos, semejante a un desierto.
- Compactación del suelo: por la expansión urbana y la construcción de infraestructuras.
- Pérdida de biodiversidad edáfica: por prácticas no sostenibles que eliminan la vida microscópica esencial.

Llamamiento para la acción
El Día Mundial del Suelo nos invita a reflexionar sobre el papel vital de este recurso en nuestra vida diaria. Cada decisión que tomamos —qué comemos, cómo producimos, cómo construimos— tiene un impacto en la salud y conservación delos suelos. El suelo es, en definitiva, la piel viva de nuestro planeta: delgada, frágil, indispensable. Y su cuidado es una responsabilidad compartida.Cuidarlos es proteger nuestro futuro común.


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