Un ave pequeña, esquiva y tremendamente adaptada a un ecosistema que cada vez es más escaso en nuestra tierra. La crónica de una desaparición anunciada.
Zona costera interior, clima húmedo, de matorral bajo y pastizal verde. Huertos tradicionales cercanos y temperatura agradable. Un canto repetitivo, pausado, grave y profundo resuena entre el estridular de los grillos y algunas limícolas por la zona. Un torillo andaluz. Un canto que ya no suena en nuestra tierra, un grito ahogado. La pregunta ahora es, ¿para siempre?
Identidad y nombre peculiar
El torillo andaluz (Turnix sylvaticus sylvaticus) es un ave de tamaño y aspecto similar al de una codorniz y un canto que bien podría recordarnos a un avetoro. Esta fusión de semejanzas explica el apelativo popular de “torillo”. Aunque durante mucho tiempo se le relacionó con los rálidos (polluelas, rascones, gallinetas o fochas), los estudios genéticos recientes han demostrado que está más estrechamente emparentado con el suborden Lari, donde se incluyen gaviotas, págalos, charranes y canasteras. En definitiva, se trata de un ave costera que, en algún momento de su historia evolutiva, se aventuró tierra adentro.

Distribución y singularidad biológica
El género Turnix está ampliamente distribuido por África, Asia y el Mediterráneo sur, con especies que presentan poblaciones abundantes y bien conservadas hasta otras en estado crítico, extremo en el que se encontraría nuestro torillo. Es un ave esquiva, difícil de observar, cuya presencia suele confirmarse solo por sus rastros y su canto. Su biología añade misterio: se trata de una especie poliándrica secuencial, en la que la hembra canta y marca territorio, atrae a los machos y, tras la cópula, delega en ellos el cuidado de la puesta mientras busca nuevas parejas. Su ciclo reproductivo puede extenderse hasta ocho meses.

El enigma de su desaparición
La historia del torillo andaluz en la cuenca mediterránea es la de un declive silencioso. Existió en cuatro poblaciones: Cerdeña, Sicilia, el Magreb y el suroeste ibérico. Hoy solo queda constancia de una pequeña población entre El Jadida y Safi, en la costa atlántica de Marruecos. Este reducto representa apenas el 1% de su área original. En España, la especie se considera extinta: los últimos ejemplares documentados datan de 1980, cuando unos cazadores entregaron unas raras aves a la Estación Biológica de Doñana. Posteriormente hubo registros no documentados que alargan su presencia hasta los años 90, coincidiendo con una generación que soñábamos con ser naturalistas mientras el torillo se desvanecía en el tiempo.

Amenazas actuales
La pregunta inicial persiste: ¿volveremos a escuchar al torillo andaluz en nuestras tierras? Su futuro es incierto. La pérdida de hábitat es su principal amenaza. Las áreas que le eran favorables—zonas húmedas, matorral y pastizales cercanos al litoral— son las mismas que hemos transformado los humanos por su atractivo turístico o su interés industrial. Donde antes hubo ecosistemas adecuados, hoy se alzan urbanizaciones, paseos marítimos, carreteras y polígonos industriales. A ello se suma el cambio climático, que ha modificado la vegetación de humedales y lagunas estacionales, reduciendo aún más las zonas de posibilidad reproductiva.
Perspectivas y llamado a la acción
Aunque la viabilidad de su recuperación es incierta, no debe considerarse imposible. Con estudios rigurosos y una firme voluntad de conservación, es posible revertir procesos que parecían irreversibles, como ya ocurrió con el lince ibérico o el quebrantahuesos. La preservación del torillo andaluz no es solo una cuestión de salvaguardar una especie concreta, sino de defender la biodiversidad como un todo interconectado. Hoy hablamos del declive del torillo andaluz; mañana, quizás, de nosotros mismos.


.avif)


.avif)




